¿A partir de cuándo está bien rendirse?
Tengo muchos años peleando y francamente nunca me ha gustado la lucha a muerte, probablemente es por eso que soy tan eficiente matando a mis enemigos, detesto el conflicto, quiero que termine rápido: dales una falsa sensación de seguridad, incitalos al ataque frontal, haz que pierdan el equilibrio, mata.
Pelear por matar nunca ha sido entretenido, no hay aprendizaje, no hay rivalidad, sea que la muerte termina todo o que la muerte nos lleva a otro lado, matar a tu enemigo termina la relación, lo que quiera que aprendiste de ese duelo, el lo último que tu rival enseñará en vida.
Cuando lucho contra alguien que no me esta enseñando mucho trato de vencerlo sin matarlo, pero lo terrible de luchar a matar es que te enseña a ver este tipo de misericordia como debilidad, al final los termino matando, cuando tratan de matarme, casi nunca se rinden.
Los pocos que se rinden se van vencidos, deshonrados, como si su derrota sin muerte resultara vacía y una mancha, como si no fueran ahora mejores guerreros. Algunos regresan a sus tierras esperando ser humillados y maltratados, otros se van en otra dirección, buscando una nueva vida de paz, dejando de lado el "honor" y el "deber".
Mi señora me dijo alguna vez que si algún día ya no quería luchar, que simplemente me vaya, a donde quisiera, que haga una vida diferente lejos del bosque, que cuelgue mi espada, que escuche otros ruidos, que toque otras melodías. Yo no soy como los que se rinden en combate, cuando lucho contra alguien mejor que yo trato de aprender y de matarlo lo más pronto posible, he estado cerca de la muerte, he logrado volver, he sido vencido nunca derrotado. El día que eso suceda deberé escoger entre mi muerte y construir una vida nueva, una vida en la que luchar no sea una opción, cuando me levanto me pregunto si será el día que alguien por fin me derrote, a veces, sueño con ese día con ansias y me pregunto qué decidiré.
Yo cuido lo que es más sagrado, el árbol junto al manantial, el manantial cerca al claro, el claro en el centro del bosque, el bosque en el corazón del valle y el corazón mismo del valle en medio del árbol. Cada año durante la era del rey de cristal los reyes de varios reinos y los nobles del reino venían a escuchar el canto de mi espada, los señores de otro reino traían al más grande de sus caballeros a probarse conmigo en un combate para entretener a los reyes, aprendí mucho en esa época y mi espada nunca cortó el viento como ante la princesa solitaria, que venía de ningún reino y sin campeón alguno.
Fue en esos años que conocí al guerrero andante, fuera de mi maestro, quién más me enseñó. Llegó una tarde de primavera, yo practicaba una sonata, y el sonido del viento cortado daba vueltas en el aire. Las aves estaban en silencio, el manantial calmaba a los sonidos del bosque y los insectos se habían detenido a escuchar; sólo por eso logré escucharlo acercarse, sólo por eso no fui vencido en el primer intento. El andante me contó sobre las batallas en las que había luchado, los guerreros guardianes a los que había vencido antes de pelear conmigo, los maestros que le habían enseñado. Nunca antes había llegado al corazón del valle un guerrero que me venciera, nunca antes había venido un guerrero que viniera a vencerme y no a robarse lo más sagrado.
Tiempo después fue que hablé con la nueva señora y me dijo que podía irme, que los reinos ya no existían, que lo sagrado ya no tenía significado y que el reino había decidido liberar a los guardianes. Cuando dice danzar a mi espada la señora no escuchó la música y me dijo que era libre de quedarme aquí si así lo quería, pero que no era ya cuestión del reino.
Durante años no vino nadie a retarme o a visitar el lugar sagrado. Durante mucho tiempo solo me acompañaba mi espada y mi su cantar, a partir de ese momento me comencé a preguntar cuándo debía rendirme, si mi lucha ya no significaba, si no había nadie con quien luchar. Esto me llevó la época de preparación, cuando me sacaron del templo del maestro críptico y me mandaron a viajar y aprender de los otros guardianes. Cuando me enseñaron la importancia de lo sagrado, que mi vida estaría ligada eternamente a aquello que cuido y a mi espada cantarina.
Vengo escuchando rumores de que los guardianes han ido cayendo en los otros manantiales, muchos de ellos amigos míos, me pregunto si habrán caído luchando o si se habrán rendido. Un hada me regaló un sueño en el que me mostró que pronto tendría mi última batalla, así que me puse a entrenar y mi espada sigue cantando...
El tiempo se acaba, escucho que vienen de todos lados, pero otros pueden rendirse, buscar la paz y la armonía, yo cuido lo más sagrado y si me debo ir, me iré como debe irse el último de los guardianes.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
lunes, 3 de noviembre de 2014
La princesa y los focos.
El problema revolvente de los cuentos de hadas es que usualmente esperamos que acaben de cierta manera, y desde un inicio pensamos que debemos saber cómo debe acabar. Este cuento no es uno de esos cuentos; probablemente porque escribir sobre una princesa y no hablar de su gran reino ya nos pone en un apuro tremendo, felizmente esta es una princesa que sabe no dejarse amilanar por estereotipos, sabe que ser princesa no tiene que ver con un reino, una corona, sirvientes o, menos aun, con un príncipe (en su momento expresó que uno no sería suficiente); ella tiene claro que hay algo más, algo intangible, tan valioso y escaso, que escapa de la mayoría de escalas de valor(y a la mayoría de princesas).
El otro tema son las hadas, porque este es sin lugar a dudas un cuento con hadas; y es que hay hadas y hadas, y en este cuento las hadas gustan de contar cuentos, pues son seres de sueños, y nuestros sueños son los cuentos de hadas mas dulces o los más terribles. Por eso cuando un hada se mete en la noche por tu ventana, piensa seriamente sobre tu día y pon tus pensamientos en paz, porque cuando las hadas revuelven tus sueños, te pueden regalar la mayor inspiración o traer de vuelta a tus peores pesadillas.
Y no es que las hadas sean criaturas del mal, lamentablemente ese es otro problema de este cuento, no sabemos aun donde esta el mal, o si esta en algún lado, pero sabemos que no es culpa de las hadas, ellas hacen lo que deben hacer, llevar a los seres vivos inspiración o enseñarles a enfrentarse a sus miedos. Los miedos del ser humano vuelven a sus sueños pesadillas y las hadas no se encargan de evitar eso.
La princesa vivía en la ladera de un monte al lado este del reino, en las mañanas salía a pasear por entre los árboles con sus hijos guardianes, cuidaba y guardaba a su reino mientras estiraba las piernas, y soñaba con mundos más hermosos, mundos en los que sus protegidos no sufrieran, en donde el amor no sea un momento en el tiempo y en el que aquellos a quienes queremos nos acompañan aún luego de haberse ido.
Y una noche(porque todo cuento debe llegar a esa noche) un hada se metió por la ventana de la princesa y decidió contarle el cuento del rey de los focos, y el cuento era de antes que el rey de los focos fuera rey de nada, de cuando era un pequeño príncipe, mucho tiempo atrás, preguntándose por qué la oscuridad era tan terrible.
En esa época las hadas entraban más seguido a las habitaciones de los príncipes y princesas, cuando se ponía el sol y no había que alumbre, las hadas, siendo seres que temen a la luz, aprovechaban esos momentos para inundar sus mentes de sueños de grandes reinos y hermosas canciones. Sin embargo este príncipe en particular temía a la oscuridad, y no era este temor sano a lo desconocido, sino un fuerte miedo a la ausencia de luz; cuando las hadas se metieron por su ventana, el príncipe dormía en la oscuridad, algo agitado; en las memorias del rey de los focos está escrito que esa noche fue la noche que decidió dejar de soñar.
Y ese fue el gran problema, la mañana siguiente invento los focos, y con los focos las hadas no entraban en su cuarto, el miedo a la oscuridad había sido aplacado y nunca más un hada la daría pesadillas, pero tampoco le daría inspiración. Y entonces el rey se quedó como señor de los focos y portador de la luz, otros hombres que comenzaron a temer a la oscuridad comenzaron a utilizar los focos y le rey fue ganando poder y más poder, cada vez aparecían más focos y menos hadas. El rey no volvió a soñar y nunca superó el miedo a la oscuridad.
Poco a poco otros hombres temerosos inventaron nuevos focos, más potentes, que iluminaban lugares más allá de sus cuartos y siguieron los pasos del ya difunto rey, y poco a poco perdieron la capacidad de soñar. Porque el sueño que venía de las hadas, era lo que nos hacía crecer, y nuestras pesadillas nos enseñaban a lidiar con nuestros miedos; aquellos que no podían recibir a las hadas en las noches no podían crecer, y quien no puede crecer, está condenado a temer a la oscuridad.
En el sueño que el hada le mostró a la princesa, los focos estaban matando a las hadas y las hadas necesitaban ayuda, el ser humano no lo sabía pero mucho tiempo había pasado desde que buscó en la luz la respuesta a sus miedos, en lugar de buscarlos en ellos mismos, esto mataba a las hadas; por eso le recordaron a la princesa que la clave de vencer el miedo a la oscuridad no está en el foco que podamos traer, sino en la luz que nos guía desde dentro(crípticas como son las hadas).
Esa mañana la princesa se levanto a caminar por el bosque como todas las mañanas, mientras la naturaleza despertaba a su alrededor y sus guardianes comenzaban a seguirla, recordó que su amigo el escriba había regresado a su antigua torre luego de muchas aventuras y decidió visitarlo y hablarle de su sueño. El escriba escucho el sueño de la princesa atentamente y luego cerró sus libros y decidió contarle un poco más sobre las hadas, las pesadillas y el origen de los miedos.
Durante horas y horas el escriba y la princesa conversaron acerca de sus miedos y de los focos que debían apagar(así como los que aún tendrían que seguir prendidos). La mañana siguiente la princesa se fue a seguir caminando y el escriba salió de su torre para buscar más conocimiento (como hacen los escribas todas las mañanas). Esa noche el escriba apago el foco y un hada lo hizo soñar.
La princesa siguió caminando por el bosque pensando y soñando, esperando el momento para apagar sus focos y enfrentarse a sus miedos, esperando el momento para apagar los focos de más gente. Esa noche la princesa durmió con miedo a la desaparición de las hadas y de los sueños. Poco tiempo después la princesa sería atacada por sus pesadillas, pero eso ya es otra parte de la historia, y como ya les conté el problema con este cuento es que no termina como un esperaría, y no termina ahora.
El otro tema son las hadas, porque este es sin lugar a dudas un cuento con hadas; y es que hay hadas y hadas, y en este cuento las hadas gustan de contar cuentos, pues son seres de sueños, y nuestros sueños son los cuentos de hadas mas dulces o los más terribles. Por eso cuando un hada se mete en la noche por tu ventana, piensa seriamente sobre tu día y pon tus pensamientos en paz, porque cuando las hadas revuelven tus sueños, te pueden regalar la mayor inspiración o traer de vuelta a tus peores pesadillas.
Y no es que las hadas sean criaturas del mal, lamentablemente ese es otro problema de este cuento, no sabemos aun donde esta el mal, o si esta en algún lado, pero sabemos que no es culpa de las hadas, ellas hacen lo que deben hacer, llevar a los seres vivos inspiración o enseñarles a enfrentarse a sus miedos. Los miedos del ser humano vuelven a sus sueños pesadillas y las hadas no se encargan de evitar eso.
La princesa vivía en la ladera de un monte al lado este del reino, en las mañanas salía a pasear por entre los árboles con sus hijos guardianes, cuidaba y guardaba a su reino mientras estiraba las piernas, y soñaba con mundos más hermosos, mundos en los que sus protegidos no sufrieran, en donde el amor no sea un momento en el tiempo y en el que aquellos a quienes queremos nos acompañan aún luego de haberse ido.
Y una noche(porque todo cuento debe llegar a esa noche) un hada se metió por la ventana de la princesa y decidió contarle el cuento del rey de los focos, y el cuento era de antes que el rey de los focos fuera rey de nada, de cuando era un pequeño príncipe, mucho tiempo atrás, preguntándose por qué la oscuridad era tan terrible.
En esa época las hadas entraban más seguido a las habitaciones de los príncipes y princesas, cuando se ponía el sol y no había que alumbre, las hadas, siendo seres que temen a la luz, aprovechaban esos momentos para inundar sus mentes de sueños de grandes reinos y hermosas canciones. Sin embargo este príncipe en particular temía a la oscuridad, y no era este temor sano a lo desconocido, sino un fuerte miedo a la ausencia de luz; cuando las hadas se metieron por su ventana, el príncipe dormía en la oscuridad, algo agitado; en las memorias del rey de los focos está escrito que esa noche fue la noche que decidió dejar de soñar.
Y ese fue el gran problema, la mañana siguiente invento los focos, y con los focos las hadas no entraban en su cuarto, el miedo a la oscuridad había sido aplacado y nunca más un hada la daría pesadillas, pero tampoco le daría inspiración. Y entonces el rey se quedó como señor de los focos y portador de la luz, otros hombres que comenzaron a temer a la oscuridad comenzaron a utilizar los focos y le rey fue ganando poder y más poder, cada vez aparecían más focos y menos hadas. El rey no volvió a soñar y nunca superó el miedo a la oscuridad.
Poco a poco otros hombres temerosos inventaron nuevos focos, más potentes, que iluminaban lugares más allá de sus cuartos y siguieron los pasos del ya difunto rey, y poco a poco perdieron la capacidad de soñar. Porque el sueño que venía de las hadas, era lo que nos hacía crecer, y nuestras pesadillas nos enseñaban a lidiar con nuestros miedos; aquellos que no podían recibir a las hadas en las noches no podían crecer, y quien no puede crecer, está condenado a temer a la oscuridad.
En el sueño que el hada le mostró a la princesa, los focos estaban matando a las hadas y las hadas necesitaban ayuda, el ser humano no lo sabía pero mucho tiempo había pasado desde que buscó en la luz la respuesta a sus miedos, en lugar de buscarlos en ellos mismos, esto mataba a las hadas; por eso le recordaron a la princesa que la clave de vencer el miedo a la oscuridad no está en el foco que podamos traer, sino en la luz que nos guía desde dentro(crípticas como son las hadas).
Esa mañana la princesa se levanto a caminar por el bosque como todas las mañanas, mientras la naturaleza despertaba a su alrededor y sus guardianes comenzaban a seguirla, recordó que su amigo el escriba había regresado a su antigua torre luego de muchas aventuras y decidió visitarlo y hablarle de su sueño. El escriba escucho el sueño de la princesa atentamente y luego cerró sus libros y decidió contarle un poco más sobre las hadas, las pesadillas y el origen de los miedos.
Durante horas y horas el escriba y la princesa conversaron acerca de sus miedos y de los focos que debían apagar(así como los que aún tendrían que seguir prendidos). La mañana siguiente la princesa se fue a seguir caminando y el escriba salió de su torre para buscar más conocimiento (como hacen los escribas todas las mañanas). Esa noche el escriba apago el foco y un hada lo hizo soñar.
La princesa siguió caminando por el bosque pensando y soñando, esperando el momento para apagar sus focos y enfrentarse a sus miedos, esperando el momento para apagar los focos de más gente. Esa noche la princesa durmió con miedo a la desaparición de las hadas y de los sueños. Poco tiempo después la princesa sería atacada por sus pesadillas, pero eso ya es otra parte de la historia, y como ya les conté el problema con este cuento es que no termina como un esperaría, y no termina ahora.
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